Cuando la voluntad se arrodilla ante el deseo
Hay días en que me levanto como si mi cuerpo fuera un animal obediente. Las manos hacen café, la lengua pronuncia las primeras palabras, los pies repiten la ruta conocida. La voluntad es ese perro que me sigue sin preguntar. Me basta con llamarla y viene. Sirve para sostener el mundo: pagar cuentas, llegar a tiempo, mantener una forma visible. Sin volun…
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